01 noviembre 2006

POESIA

En un intestino grueso
con mucha vida interior
fue donde ocurrió la leyenda
de esta tragedia de amor.

Una bella Pseudomona

paseaba coquetamente
por la esquina más bonita
de ese colón ascendente.

Su cabellera
ciliar
con los vientos al pasar
le movía
ameboidea
la membrana celular.

Tanta belleza y lujuria
mostraba ella en su andar
que llegaba a paralizar
el tránsito intestinal.

Como uvas florecidas
sus
vacuolas prominentes
apasionaban a todos los microbios
machos en el intestino presentes.

Los muchachos en la esquina,
como siempre estacionados,
¡¡Ay!!, qué mona, le gritaban
todos muy embobados.

De entre ellos el más guapo
sin timidez y a lo loco
se le acercó murmurando:
"A mí, me llaman el Coco".

No era un S
trepto cualquiera
era un E
stafilococo
que dorado y positivo
la enamoró poco a poco.

Y estaban tan emocionados
con el romántico encuentro
que en la esquina del
sigmoides
le propuso casamiento.

“Nunca inmune a tus encantos
virulento está mi amor
y mis
ácidos nucleicos
retorcidos están por vos”.

“Si dejas que recombine
mis
plásmidos con los tuyos
nuestros nobles cromosomas
van a crecer mucho”

La iglesia fue un
divertículo
y pa´ adornar el altar,
los microbios esparcieron
mucha flora intestinal.

Cortejo nupcial nutrido
entre amigos y parientes
virus, hongos y bacterias
de colonias muy pudientes.

Garrafas de glucosa
fueron medios de cultivo,
el vino, como es alcohol
tuvo que quedar prohibido.

Comensales y parásitos
con vaso en alto brindaban
por los novios que en
simbiosis
muy pronto se duplicaban.

De fiesta, los microbios
con
movimientos brownianos
zapateaban Jota
agarrados de las manos.

La rítmica
peristalsis
se convirtió en un
cólico muy fuerte
y de pronto la pista de baile
estalló estrepitosamente.

En medio del gran revuelo
la pareja se escapó
y entre gritos y alaridos
un jaleo se armó.

Miles de glóbulos blancos
enseguida se esparcieron
para restaurar el orden
que los festejos rompieron.

Mucha
cefalosporina
de nuevas generaciones
atacaron las bacterias
causándoles indigestiones.

Linfocitos T
a 4 – 5, hasta siete
liquidaron por ponerse
justo enfrente.

Anticuerpos agresivos
por el lomo repartieron
garrotes de
complemento
y los microbios se fueron.

Tardaron casi tres días
limpiando todos los destrozos
los
macrófagos poco a poco
fagocitando bacilos y cocos.

Cuando todo estuvo en calma
como era de menester
los últimos
monocitos
gritaron: “Viva Pasteur”.

Y así quedó en la leyenda
de este amor tan bonito
una sabia moraleja:
“Nunca te cases sin vino”.


Autor: Arturo R. Rolla, MDHarvard Medical SchoolBoston, MA USA.

4 comentarios:

queque dijo...

Ja ja ja ja...
Entre tú y yo, JColo, en serio que pensaba que lo de las gallinas era algo puntual (lo de los derivados ergóticos). Pero ya veo que no.
ESTÁS FATAAALL!!!
Ya me contarás...

ABRAZOFUERTE, AMIGO.
Queque

Anónimo dijo...

Jajajajaja, este Colo esta hecho un artista!!! q crack

Anónimo dijo...

Muy bueno, si señor...

Anónimo dijo...

Colo!!!como profesor...un 10,como persona un 11... pero como poeta... no tienes precio!!!!

MUY BUENA!!!